Me gustaría contarte la historia de un perro maltratado: Artus, mi perrechico. Cómo llegó a casa y cómo se convirtió en uno más de la familia. La vida no comenzó muy feliz para él la verdad y me da penilla pensar que tuvo que pasar por muchas cosas hasta llegar a casa, pero espero que él piense que mereció la pena.
Ser casa de acogida
¿Acoger o adoptar? Durante mucho tiempo pensamos en si era el momento o no de adoptar un perro tendiendo ya otro y, tras darle muchas vueltas, llegamos a la conclusión de que no.
Aún así, decidimos que queríamos hacernos casa de acogida y así tener temporalmente a otros perros en casa hasta encontrarles una familia que los adoptara.
Lo hablamos con la protectora, nos ofrecimos y dejamos nuestros datos para cuando lo necesitaran.
Justo antes de irnos se acercó una mujer y nos dijo que había un perrete al que le vendría bien irse a una casa de acogida. Tenía unos 6 o 7 meses y estaba en una jaula aislado porque llegó hecho un asquillo, con una pata rota y necesitaba tiempo para curarse.
Dijimos que sí y, al día siguiente, pasamos a recogerlo. En aquel momento no lo sabíamos, pero nos íbamos a llevar a casa un perro maltratado.
Tengo grabada a fuego la imagen de ese perro arrinconado en una jaulita. Estaba con las orejas agachadas, mucha cara de miedo, su pata vendada y muy delgadito. La auxiliar del veterinario abrió la jaula y se volvió loco de emoción.
Aquel perro minusválido estaba súper contento y muy nervioso. Hay que decir que con ella y el veterinario de la prote tenía devoción. Yo creo que él era consciente de que esas dos personas lo habían salvado de un destino muy muy malo.

¿Cómo ayudar a un perro que ha sido maltratado?
Arturito le había puesto el simpático del veterinario jajajajaja, antes de llevárnoslo a casa nos contó un poco cómo había llegado, los cuidados que necesitaba y las medicinas que teníamos que darle.
Os voy a ser sincera, venía hecho un asco. Pesaba 8 kilos y poco y en altura no ha crecido apenas. Sin embargo ahora pesa 18 kilos, así que el pobre había pasado un hambre…
Vomitaba unas plastas de mocos que no os podéis imaginar, se le caía el pelo a puñados, estaba lleno de marcas de bocados por todas partes porque, según sospechamos, es posible que por el cruce de raza que tiene lo intentaran usar de sparring para entrenar a los perros de las peleas.
Y claro, al romperse una pata, ya no servía y era caro operarlo y curarlo bien. Su estado nos hacía estar convencido de que había sido un perro maltratado y que ello iba a dejar secuelas en el animal.
Cuando lo recogieron el hueso ya le había soldado de aquella manera aunque tenía la herida abierta pero arreglárselo suponía volver a partirle la pata e intentar corregir la curvatura que se le había quedado sin saber si se iba a quedar mejor o no.
Y con esa piltrafilla pusimos rumbo a casa. Eso sí, decidimos acortar lo de Arturito y empezar a decirle Artu.
La llegada a casa
Nos daba un poco de miedo cómo fuera a reaccionar Baco (podéis conocer la historia de Baco y como decidimos adoptar un perro) al meter otro perro (y más un perro maltratado como Artu) en casa aunque fuera temporalmente.
Baco siempre ha sido muy bonachón y muy sociable con otros perros (es lo más tontorrón que hay en el mundo, todo sea dicho) pero no sabíamos cómo se iba a tomar lo de la invasión de su territorio. Y la verdad es que fue muy bien, de hecho demasiado bien (jajajaja).
Baco es un perro muy empático con los demás. En seguida se da cuenta de si uno está triste o está enfermo y sabe darte lo que necesitas en esos momentos. Incluso es cariñoso hasta decir basta (una amiga del parque lo llamaba “yonki del amor”).
Y eso es lo que pasó, en cuanto Artu entró en casa detectó lo que necesitaba y se lo dio. Le dejó su espacio hasta que fue Artu el que se sintió cómodo y protegido y quiso acercarse a él. Entonces, aquel perro maltratado se quedó dormido echado en el culo de Baco, cosa que sigue haciendo a día de hoy.
Había encontrado su sitio en casa.
El pobre tenía tanta hambre que engullía la comida como si no hubiera un mañana y claro, vomitaba. Es otro de los males de ser un perro maltratado, que no sabes cuando vas a poder comer.
Así que Baco se encargó de enseñarlo a comer, te aseguro que fue un verdadero espectáculo ver esto durante días y días hasta que aprendió. Y es que es alucinante lo inteligentes que pueden llegar a ser.
Cuando Artus intentaba ir al cuenco a comer, Baco iba y le regañaba Esto nos habría preocupado mucho si no fuera por lo que hacía después: Baco cogía comida del cuenco y le soltaba las bolitas de una en una delante a Artus para que se las comiera.
Una a una. Con toda la puñetera paciencia del mundo hasta que aprendió a comer tranquilo. Y Artu, a pesar de haber sido un perro maltratado nunca tuvo un mal gesto con Baco.

¿Y ahora qué hacemos con él?
Y claro, viendo esta relación tan especial que había surgido entre ellos (les dejábamos la webcam al irnos de casa y lo que hacían era darse besos y abrazos) llegó la temida pregunta…
¿y ahora qué hacemos con el perro maltratado? ¿cómo los vamos a separar? ¿podremos cuidar y educar convenientemente a un perro maltratado y conseguir que sea feliz?
Nos sentíamos fatal al pensar en que se fuera a otra casa y romper ese vínculo tan bonito que ellos habían creado la verdad. Así que decidimos adoptar un perro maltratado definitivamente. Hay que añadir que evidentemente no solo fue por Baco, no voy a echarle toda la culpa.
El enano se hizo el cojito con nosotros y nos engañó totalmente con su chantaje emocional. “Ay soy un pobre perro minusválido”, “soy un perro maltratado…” sí, ya sé que no habla y eso es un invento nuestro, pero os prometo que su cara decía eso.
Es más, es que le regañábamos y levantaba la pata mala encogiéndola para dar pena. Y os juro que esto es real porque el perro a día de hoy ni es cojo ni nada de nada.
Le dimos un montón de caña a que corriera y se pusiera fuerte y a menos que le mires la pata mala de perfil que se le ve curvada no se le nota en absoluto nada, vamos que corre y salta que se las pela, así que era todo rollo puro y duro pero le funcionó.
No todo es un camino de rosas. ¿Cómo quitar el miedo a un perro maltratado?
Y aunque es cierto que entre ellos se aceptaron muy bien, no toda la historia es color de rosa. No te voy a mentir. Todo lo que le pasó y todo lo que le pegaron (que fue mucho) antes de que lo recogieran en la protectora hacen que un perro maltratado tenga serios problemas de conducta.
Esta fue otra de las razones que nos llevaron a decidir adoptarlo. Cuanto más tratábamos con él, más nos dábamos cuenta de que era carne de devolución. Cualquiera no iba a estar dispuesto a tener la paciencia que él necesitaba para empezar a mejorar en sus traumas.
Nosotros no teníamos ni idea de dónde nos estábamos metiendo. Hemos tenido que aprender mucho y tener mucha, pero que mucha, paciencia para poder llegar al punto de hoy en día.
Al principio, como todo perro maltratado, cualquier gesto hacia él pensaba que era para pegarle. Si levantabas la voz, si levantabas una mano por cualquier razón, si intentabas tocarle la cabeza o el cuello y no digamos ya la pata mala.
Al principio fue muy duro, ponerle el collar o el arnés era una pelea. Se ponía un poco agresivo. Hemos tenido arañazos, bocados y los brazos negros de cardenales, pero lo peor era la impotencia de no saber bien cómo transmitirle que nadie iba a hacerle daño nunca más. Que eso ya pasó.
Habla con ellos.
Para cuidar un perro maltratado lo primero es pensar en él. Y ahí entra Rafa, adiestrador profesional y especialista en gestión del comportamiento en Habla con ellos.
Conocí su cuenta de IG @hablaconellosec un poco de casualidad intentando investigar cómo ayudar a nuestro perro maltratado y fue la clave para poder avanzar.
Toda su filosofía de educar a los perros era lo que me decía mi sentido común y no tenía nada que ver con lo que decía el resto del mundo. Era aprender a entender de verdad qué le pasaba para poder ayudarlo a gestionar todas esas cosas.
Nota: si alguna vez te encuentras con la adopción de un perro maltratado o que tenga una situación complicada, buscad ayuda.

Artu era un perro maltratado que no olfateaba absolutamente nada. Toda su relación con el entorno era visual. No sabía cómo interactuar con los juguetes. No sabía cómo recibir ni mostrar cariño. No dejaba que nadie lo tocara y su reacción era tirar a morder. De hecho, cualquier situación de estrés terminaba en querer morder.

No os voy a decir que hayamos conseguido eliminar todos sus traumas. Seguramente el haber sido un perro maltratado va a estar en su cabeza ahí para siempre y va a ser un perro traumatizado toda su vida. Pero, a día de hoy, es un perro cariñoso que da besos y abrazos como si no hubiera un mañana.
Se deja acariciar y, de hecho, si lo haces se queda súper tranquilo (verlo con niños es para flipar). Va por la calle feliz de la vida y nunca ha vuelto a tener las orejas agachadas como cuando llegó a casa. Ahora tiene dos antenas parabólicas enormes bien levantadas y una sonrisa de chalado enorme.

Todavía a veces se bebe el pipí si se pone muy nervioso y le cuesta socializar con muchos perros.
Le cuesta mucho gestionar sus nervios y, sobre todo, no podemos dejar que se acerque a ningún perro de las razas que suelen usar para las peleas porque eso sigue grabado a fuego en su cabecita y se le cambia hasta la cara cuando ve alguno.
Pequeñas desventajas de adoptar un perro maltratado pero que son compensadas con toneladas de amor.
Sabemos que nos ata y nos limita mucho porque no podemos irnos unos días fuera y dejarlo con cualquiera que no lo entienda.
Los cambios los lleva regular pero por suerte tiene a sus titos Inma y Raúl (son los papás de Tula, la novia de Baco, pero esto da para culebrón romántico jajaja) que lo soportan, lo quieren y lo saben llevar.
Pero a pesar de todo esto, pienso que fue la mejor decisión que tomamos. Él nos eligió para volver a confiar en el ser humano y a nosotros nos tocaba y nos toca estar a la altura.
Por lo demás, creo que hemos conseguido que pase de ser un perro maltratado y triste a ser un perro feliz. Aunque perro, perro, no sé si es del todo porque está muy loco.
Tenemos la teoría de que es medio cabra montesa y medio gato pero, en cualquier caso, es el perrechico de la casa.
¿Sabes cuál es la única espinita que se nos ha quedado con él? ¡Arturito! Ay señor, deberíamos haberlo llamado Dobby desde el primer día, pero no… al menos conseguimos llamarlo Artu, aunque con el tiempo se ha transformado en Artus o Artusillo.
Aunque cuando le regaño como buena madre, lo llamo por su nombre completo: Artus Severus.
Muchas gracias por pararte a leer su historia que no siempre fue bonita pero que está llena de amor. Y recordad, adoptar un perro maltratado es una de las mejores y más reconfortantes decisiones de la vida.

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Patri.-